A lo largo de su historia, el flamenco ha experimentado diversos períodos de evolución, pero uno de los más trascendentales tuvo lugar en las décadas de 1950 y 1960. Esta etapa, marcada por la revalorización del género, la consolidación de nuevas figuras y la creación de espacios de difusión, supuso un punto de inflexión en la historia del flamenco. En este contexto, el flamenco no solo dejó atrás las limitaciones impuestas por el franquismo y la dictadura, sino que se proyectó internacionalmente, estableciendo la base para el fenómeno cultural que conocemos hoy. En este artículo, exploraremos cómo el flamenco vivió una nueva era de esplendor a través de figuras emblemáticas como Antonio Mairena, el surgimiento de los festivales flamencos, y la importancia de eventos como el Primer Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba.
La Ópera Flamenca y la Revalorización del Flamenco
A finales de los años 40 y principios de los 50, el flamenco vivió una transformación significativa con la consolidación de la Ópera flamenca. Esta modalidad buscó hacer el flamenco accesible a un público más amplio, despojando de cierta densidad los cantes para hacerlos más comprensibles. La ópera flamenca permitió que el flamenco ganara una visibilidad internacional a través de las giras de las «troupes flamencas» que llevaban este arte a diferentes partes del mundo. Aunque este fenómeno contribuyó a que el flamenco se hiciera más popular, también hizo que el género perdiera algo de su esencia en términos de profundidad y complejidad.
Sin embargo, cuando parecía que el flamenco había sido despojado de su autenticidad, emergió una nueva generación de cantaores que, en medio de este proceso de globalización y comercialización, reivindicaron la pureza del arte flamenco. Esta generación, aunque influenciada por las nuevas formas, no dejó de lado los cantes más tradicionales y continuó interpretándolos con la misma pasión y autenticidad que sus predecesores. Fue en este contexto cuando figuras como Juan Talega, Fernanda y Bernarda de Utrera, Fosforito, El Chocolate, Agujetas, Rafael Romero El Gallina y Antonio Mairena comenzaron a tomar un rol protagónico.
La Tercera Llave de Oro del Cante: El Reconocimiento de Antonio Mairena
En 1962, se celebró uno de los eventos más importantes en la historia del flamenco: el Certamen Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, donde se disputaba la Llave de Oro del Cante, un galardón destinado a reconocer la maestría y la contribución al arte flamenco. Este certamen no solo significó un punto culminante para el flamenco, sino que también marcó la consolidación de un nuevo ciclo dentro del género.
El ganador de este certamen fue Antonio Mairena, uno de los más grandes cantaores de todos los tiempos, cuya figura se asocia con la preservación de la ortodoxia flamenca, especialmente en lo que respecta al cante jondo. La victoria de Mairena en la Tercera Llave de Oro consolidó su posición como el líder de la llamada escuela flamenca tradicional, un enfoque que daba prioridad a la pureza y profundidad del cante. Mairena no solo fue un maestro técnico, sino también un férreo defensor de la importancia de transmitir los cantes más antiguos y profundos del flamenco, aquellos que había aprendido de los grandes maestros anteriores.
Con la Llave de Oro en sus manos, Antonio Mairena fundó su propia escuela, una escuela que perdura hasta el día de hoy y que ha formado a generaciones de cantaores comprometidos con la preservación de los cantes más tradicionales del flamenco. Este hecho también marcó el inicio de una nueva etapa en la que, junto a Mairena, surgieron artistas como El Lebrijano, Curro Malena, El Turronero, José Menese, Miguel Vargas, Diego Clavel, José de la Tomasa y Calixto Sánchez, quienes continuaron la estela del mairenismo con una profunda admiración por el legado del maestro.
El Renacer del Flamenco en los Festivales
La revalorización del flamenco en los años 50 y 60 no solo se limitó al plano musical y académico, sino que también fue acompañada por un fenómeno social y cultural: la proliferación de los festivales flamencos. Estos festivales se convirtieron en uno de los pilares fundamentales para la difusión del flamenco en España y en el mundo entero. El flamenco, que hasta ese momento se había tocado principalmente en pequeñas peñas y tablaos, encontró en los festivales un espacio más grande y formal, donde artistas de renombre se presentaban ante un público masivo.
Uno de los primeros festivales flamencos fue el Potaje Gitano de Utrera, que se celebró en 1957 y marcó el inicio de una serie de certámenes flamencos que rápidamente ganaron popularidad. A este le siguieron otros festivales de gran importancia, como el Festival de Arcos de la Frontera (1961), el Festival de Mairena del Alcor (1962), el Gran Festival de Cante Grande de Écija (1962), el Gazpacho Andaluz de Morón de la Frontera (1963), la Caracolá de Lebrija (1966) y el Festival de la Guitarra de Marchena (1967). Estos eventos, celebrados principalmente en el verano, ayudaron a crear un circuito de festivales flamencos que ofreció a los artistas una plataforma donde podían mostrar su arte a grandes audiencias.
El flamenco en los festivales no solo destacó a los cantaores, sino también a los bailaores y bailaoras. Artistas como Antonio Gades, Mario Maya, Farruco, El Güito, Matilde Coral, Cristina Hoyos, Manuela Carrasco, Angelita Vargas y Maleni Loreto se convirtieron en figuras representativas del flamenco en el escenario, llevando la danza flamenca a nuevas alturas y enriqueciéndola con sus propias innovaciones.
Los Festivales como Espacios de Difusión y Revisión Académica
Además de servir como punto de encuentro para los artistas, los festivales flamencos también contribuyeron a una revisión académica del flamenco. A través de los festivales y las conferencias que acompañaban estos eventos, el flamenco comenzó a ser estudiado y analizado de una manera más profunda. En este proceso, figuras como Antonio Mairena jugaron un papel crucial, ya que no solo eran intérpretes, sino también defensores de la historia y la tradición flamenca.
La creación de espacios académicos dedicados al estudio del flamenco, como la Cátedra de Flamencología de Jerez, que se fundó en 1958, y el surgimiento del término flamencólogo, reflejaron la creciente importancia del flamenco como objeto de estudio y no solo como entretenimiento popular. Los flamencólogos comenzaron a documentar, investigar y clasificar los cantes, los bailes y las tradiciones que formaban parte de la rica historia del flamenco.
Este renacer académico culminó en la creación de eventos de mayor duración, como la Bienal de Flamenco de Sevilla, que sigue siendo uno de los festivales más importantes del mundo en la actualidad. La Bienal no solo destaca a los artistas más importantes del flamenco, sino que también funciona como un espacio de reflexión y de encuentro entre la tradición y la innovación, siguiendo la estela de aquellos primeros festivales que marcaron la historia del género.
Conclusión: El Flamenco, un Arte en Constante Renacimiento
Los años 50 y 60 fueron testigos de una verdadera época de revalorización del flamenco, en la que el género se consolidó no solo como una forma de expresión popular, sino también como un arte de importancia cultural y académica. La victoria de Antonio Mairena en la Tercera Llave de Oro del Cante simbolizó el regreso de la pureza y la profundidad al flamenco, mientras que la creación de los festivales flamencos proporcionó una plataforma para que el flamenco se expandiera y evolucionara.
Hoy, el flamenco sigue siendo un arte vivo, con una fuerte identidad cultural que continúa creciendo y adaptándose, y su legado se mantiene presente en las generaciones actuales. Con su capacidad de fusionar lo tradicional y lo moderno, el flamenco se mantiene como una de las formas más vibrantes de expresión artística, tanto en España como en el resto del mundo.
